Anécdota de Motores

  Tras llevar a mis padres en algunas salidas en el Naos, les gustó tanto, disfrutaron tanto, que decidieron comprarse un velero para aprender y disfrutar de la Ría en verano. Han pasado 2 meses buscando y ahora son los nuevos dueños de un puma 26, muy bonito y equipado. 

  Este fin de semana, una vez firmado los papeles, procedimos a llevarlo a su nuevo pantalán en Pontevedra. El Patrón y yo nos ofrecimos a acompañarlos en la singladura: de Vigo a Pontevedra. Y a pesar de que veníamos de la boda de unos buenos amigos y que habíamos dormido solo 3 horas, nos pusimos a navegar con toda la ilusión del mundo el domingo a la mañana. 

  La ilusión duró poco: en la costa de la vela el motor nos dijo adiós. Se le rompió un silentblock o algo así. Quedó fuera de sitio e inutilizado. Tuvimos que dar vuelta y con mucha paciencia, pues no había casi viento, volver a puerto. Menos mal que íbamos entre Cíes y la Costa de la Vela, a medio camino de ambas costas, y tuvimos espacio suficiente  para maniobrar. Nunca hace gracia quedarse al garete junto a un acantilado. Me asombro  de que la mayoría de los barcos opten por ir muy cerca de la costa de la Vela. Me parece muy arriesgado. Nunca se sabe que puede pasar :-(    (no lo hagáis, hacedme caso)

  Mis padres, lógicamente, tristes por el palazo y por no poder tenerlo ya a su disposición.  Pero yo creo que ha sido una experiencia muy positiva para ellos: navegar no es solo Sol, empanada y vinito. Es una responsabilidad muy grande y que requiere dedicarle tiempo y dinero para minizar los riesgos. Y a partir de ahí, a disfrutar al máximo.

 Esperemos que el anterior dueño se haga cargo...

  
A mariñeira